martes, 27 de noviembre de 2012

Hola



Hasta el momento, una de las cosas mas importantes que aprendí (creo) podría resumirse en una frase de Charly, (somos amigos hace muchos años y me doy el lujo de tutearlo) el dice que "cada cual tiene un trip en el bocho, dificil que lleguemos a ponernos de acuerdo".
Ojo, porque aprender en mi caso no significa interiorizar, incorporar, ser ducho en el arte de llevarlo a la práctica. Para emplear mejor las palabras podría decir "entender" en vez de "aprender". Todavía me cuesta, y lucho contra mi ser interior que quiere que todo sea como yo digo. El ego es algo muy difícil de dominar. Muchas veces nos gana, y muchas veces nos quedamos solos. Lo chistoso del ego es que nunca se triunfa si se lo obedece. Uno puede pensar que ganó. Uno puede sentir esa interna satisfacción, porque le llevaron el apunte. Pero no. En realidad uno está perdiendo. Uno se vuelve mas cabeza dura, menos versátil. Menos "todo terreno" diría yo. Porque la versatilidad es el "todoterrenismo" de la vida.
Lo contrario del ego para mí es el amor. Porque en el amor no hay ego, no hay espacio para él. Se cede, se concede.
De todas maneras, creo que cada día me encuentro un paso más adelante en obtener esa conquista. No me rindo, es lo importante dicen muchos.

En fin, en todo esto me hizo pensar este video que colgó Belene hoy. Disfrutálo.

martes, 20 de noviembre de 2012

Ganas de escribir... ¡Bienvenidas!


Ayer leí algo sobre que la escritura es una herramienta para ayudar a la memoria humana. Claro, automáticamente me acordé de la libretita en donde cada noche anoto las tareas que debo realizar al día siguiente. Pero también pensé en las grandes ideas que se les habrán ocurrido a las grandes personas que pisaron este mundo, y que habrán sido más importantes que “lavandería” o “leche, queso untable, papel higiénico”. Me imaginé a Marx con una libretita así como la mía en el bolsillo para anotar todas esas ideas super enroscadas, y pensé que no le darían las manos para escribir…o este otro muchacho, el que inventó la lamparita eléctrica (su nombre no me viene a la mente en este momento) ¿Einstein? Y ratifico mi idea. Necesito una libretita para anotar ciertas cosas. En fin.
                Como generalmente suele pasar, mi pensamiento se divaga – como las ramitas de mi enredadera- hacia los lugares más impensados.  En este caso no tanto, debo admitir, porque me puse a pensar en los libros digitales. O mejor dicho en esta era nuestra “de la comunicación” donde tanto nos cuesta abrir un libro (ni voy a hablar de un diccionario) y recurrimos siempre al amigo “Google” que tiene todas las respuestas que podemos necesitar. Y si no las tiene, te deriva directamente a quien las tiene. Como una gran agenda mundial, que no solo te pasa la dirección de la persona que te puede ayudar, sino que se toma la molestia de dejarte en la puerta. ¡Lo que se dice un amigo!
                Y me asalta una preocupación. Generalmente me asalta una preocupación a mí, cuando algo es demasiado bueno para ser real.
Me preocupo por los libros.
Esos viejos amigotes que, como solía decir mi abuela, siempre te esperan en el mismo sitio. (Salvo que a tu vieja se le dé por hacer una limpieza general de esas en las algo siempre se traspapela  y nunca lo volvés a encontrar) Los libros, siempre dispuestos a entretenerte y de los que solo te acordás en los días de lluvia, cuando estas enfermo o cuando nadie te pasa a buscar.
Debo confesar que me alegro cada vez que veo a una persona sentada en el parque sonriendo de vez en cuando con la mirada fija en unas páginas amarillas. Y por más que suene algo “nerd” en esta cibercultura en la que vivimos, me confieso fanática de los libros.
Aplaudo a los genios que se sientan horas a revolver sus ideas, que luchan con Dios y medio mundo para poder publicarlas, que respiran hondo cada vez que alguien les dice: “¿Y de qué trabajas?” Porque en esta sociedad de libros virtuales y citas online pareciera que no hay lugar para quienes quieren inventar paisajes en nuestra imaginación, colocándoles, como por arte de magia, un personaje o dos, dándoles vida, aunque más no sea un rato cada día.
Yo los reivindico muchachos, a ustedes y a los libros que crean. Tal vez un día tenga el coraje de unírmeles. 

miércoles, 7 de noviembre de 2012

vida

La vida se renueva constantemente. ¿Cómo es posible que algo que estaba seco y a punto de morir esté hoy floreciendo de nuevo? Solo sucede. La naturaleza es capaz de recrear los paisajes mas variados y hermosos, es capaz de crearnos a nosotros...tan perfectos e imperfectos a la vez. Dicen que la naturaleza es sabia, y también que es la madre de todos y cada uno de nosotros. ¿Como contradecirlos? Imposible no darme cuenta de que las cosas hermosas no se mueren. A veces solo hace falta un poquito de amor, paciencia...remover un poco la tierra para que las raíces vuelvan a acomodarse. Es todo.

Te quiero a las diez de la mañana


Buscando un cuento breve para adaptar en mi clase de radio, me vi envuelta en una madeja de historias hermosas y relatos furtivos. Algo inesperado para mí, pensé que esto sería solo un trámite. Hace horas que me encuentro enredada aquí, extasiada, sin poder dejar esta silla.
Que bueno es que existan personas que combinen de tal forma las palabras, logrando que todo el mundo se silencie por un momento, para poder disfrutarlas.
Comparto este texto que acabo de leer y me gustó mucho.


“TE QUIERO A LAS DIEZ DE LA MAÑANA...”
Jaime Sabines (México, 1926-1999)

Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí.
Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?

domingo, 4 de noviembre de 2012

Domingo

Hoy es domingo. Iván no está y es difícil para mi no pensar en que estaríamos haciendo si él estuviera acá.
Probablemente nada diferente. Ir al parque a tomar tereré o intentar hacer "algo nuevo" tal vez. Todas las parejas intentamos hacer "algo nuevo" un par de veces a la semana, para "ayudar a la relación" y "no caer en la rutina". Es una especie de ritual que - para mí - está sobrevalorado.
Lo cierto es que no se me ocurre algo super interesante para hacer hoy, aunque el día este tan lindo. Y debe ser, que aquello que es poco interesante se vuelve interesante cuando él está acá.
¡Tipo macanudo el amor!
Sobre todo los domingos.